martes, junio 20, 2006

El impacto de las industrias culturales en la economía

Marco de referencia para el análisis.

El impacto económico de las industrias culturales y los medios de comunicación

En el “mundo en desarrollo” en general y en América Latina particularmente, el impacto económico que tienen las industrias culturales y los medios de comunicación, es peligrosamente creciente.

Las tendencias internacionales de recomposición de los mercados audiovisuales respecto a los sistemas de producción, distribución y exhibición que vienen

desarrollándose en las últimas décadas confirman que particularmente las industrias culturales latinoamericanas se hallan rezagadas, a diferencia del mercado de las telecomunicaciones, que en conjunto.

Según Néstor García Canclini, en el período de los últimos quince años, en los países latinoamericanos, se revela un crecimiento bastante distorsionado entre producción y consumo cultural; tanto en comparación con los movimientos a escala mundial como por los desniveles internos en nuestra región y dentro de cada país. Progresivamente se acentúa su lugar periférico en la producción y comercialización de productos culturales.

Por su parte, José Barrios Vanegas, indica que para 1980 en América Latina y El Caribe se exportaron 342 millones de dólares en bienes culturales (0.8% de las exportaciones mundiales) e importaron 1.747 millones de dólares (4.5% de las importaciones mundiales), con un déficit en su balanza de pagos de 1.405 millones. A pesar de ello el porcentaje de importaciones culturales es bajo con relación a la cantidad de habitantes y el ingreso per capita de la Región, mientras que el Mercado Común Europeo, con 7% de la población mundial, exporta 37.5% e importa 43.6% de los bienes culturales comercializados.

De acuerdo al estudio realizado para la UNESCO/SELA y analizado por José Barrios
Vanegas (1990), consultor del SELA, las exportaciones en la década de los ochenta fueron 5.7 veces mayores a la década de los setenta. Sin embargo se calculaba, que para la primera mitad de la década de los noventa, esta relación sería mucho mayor por la expansión del mercado cultural, lo que se ha reflejado en nuevas empresas, productos -insumos básicos, maquinarias, mensajes audiovisuales y otros de importancia en el comercio exterior- y aplicaciones -innovación tecnológica-, y por la generalización en el uso de muchos bienes culturales en la vida social de los países.

En 1970, las exportaciones mundiales de los bienes culturales (seleccionados en el
estudio de la UNESCO: Material Impreso y Literatura; Música; Artes Visuales; Cine y fotografía y, Radio-Televisión) alcanzó la cifra de 6.818 millones US$, de los cuales 257 Millones US$ (3.77%) correspondieron a los países en desarrollo, y 6.561 Millones US$ (96.23%) a los países desarrollados. En 1980, las exportaciones totalizaron la suma de 39.026 MM US$, que se desglosan en 3.985 MM US$ (10,21%) para los países en desarrollo y 35.041 MM US$ para los desarrollados. Las exportaciones de los países en desarrollo durante esa década aumentaron 15.5 veces, el incremento de cifras absolutas fue de sólo 3.728 MM US$ versus el incremento de 28.480 MM US$ que obtuvieron los países desarrollados.

Desde el punto de vista de las importaciones, éstas pasaron para los países en desarrollo de 830 millones US$, a 6.234 millones de dólares, ampliando el déficit registrado en 1970, de 573 millones US$ a 2.249 millones de dólares en 1980.

Por su lado, los países desarrollados tuvieron un superávit de 647 millones US$ en 1970 y otro de US$ 3.205 MM en 1980. La situación en materia de exportación de las Industrias Culturales/Comunicacionales de la Región, responde al patrón que tiene las exportaciones globales, sólo que más agravado. En términos generales, los organismos regionales económicos han constatado la pérdida de participación de América Latina y el Caribe en las exportaciones mundiales.

En la actualidad, América Latina y el Caribe ocupan menos del 40% del espacio que tenían en las exportaciones mundiales de 1950 y, en lo que respecta a la situación de sus Industrias Culturales, pero particularmente, al desarrollo de las nuevas tecnologías de información y comunicación -tecnologías comunicacionales de punta asociadas al nuevo PTE-, las cifras plantean un pobre panorama que, paradójicamente, no concuerda con las potencialidades de la región.

Sin embargo, el panorama de América Latina para la década de los noventa, se caracteriza por estar sufriendo modificaciones traducido en la apertura de mercados a la participación de inversionistas privados y desregulación de sectores básicos de la industria y los servicios que buscan incrementar la productividad y la eficiencia, pero sobre todo, llevarlos a la mayoría de la población.

Sobre la base de la información recabada de la UE sobre sus importaciones de bienes
culturales en el período 1984-1987, la región tuvo una escasa participación en el flujo de exportaciones hacia el conjunto de países comunitarios. De los 37 rubros catalogados, la región latinoamericana había participado en 28 de ellos con menos del 1%, en 5 con porcentajes entre 1- 3%, en 1 con porcentajes entre 3-5%, y sólo en 3 rubros con participación superior al 5%.

Estas cifras aportadas por los análisis estadísticos de José Barrios Vanegas para 1990, no sólo indican la marginalidad de la región en la producción de bienes y servicios culturales, sino que, la tesis de una producción más eficiente y competitiva, basada en el valor agregado intelectual de la región, capaz de generar o manejar con propiedad la innovación tecnológica, para alcanzar la redefinición industrial en atención a los cambios que se realizan al interior del nuevo paradigma tecno-económico (PTE), adquiere más peso y debe formar parte de las estrategias competitivas inmediatas.

Por otra parte, las industrias culturales y de la comunicación, se encuentran en el centro de las nuevas dinámicas desreguladoras, que ya han redefinido el papel de los Estados en otros sectores y en el conjunto de las economías nacionales. Los Estados-Nación han jugado, sobre todo en Europa, un papel fundamental en la estructuración de la producción cultural mediante una sistemática labor reglamentadora, un papel intervencionista en ciertas áreas y la aplicación de los principios de servicio público en la radio y televisión. Sin embargo, todo ello está cambiando de forma acelerada a través de la privatización y liberalización de los ámbitos antes reservados o estrictamente reglamentados. La política audiovisual de la Unión Europea, tal como señala la investigadora Carmina Crusafón Baqués (Marzo 1999, en Revista Latina de Comunicación Social) del Laboratorio de Análisis y Prospectiva en Comunicación (LAPREC) de Barcelona, ha modificado entre 1994 y 1998 su enfoque principal en respuesta a la nueva situación coyuntural que vive el sector en el ámbito mundial.

Durante este periodo, sus actuaciones han mostrado una primacía económico-industrial
(programa MEDIA y el Fondo Europeo de Garantía) dejando en segundo plano la dimensión cultural; una mayor coordinación con los proyectos de la sociedad de la información (libro verde sobre la convergencia) y el mantenimiento de un cierto carácter proteccionista (directiva televisión sin fronteras y el énfasis en el déficit comercial con los Estados Unidos).

Y, en el caso de los Estados Unidos, nos apunta Octavio Getino (1995), el estimado de la programación audiovisual exportada excede las 150 mil horas anuales, con un monto que en 1988 se aproximó a los 8.000 millones de dólares y, en 1992, a los 5 millardos, sólo superado en ese país por las exportaciones de las industrias aeronáuticas y de alimentación. Siguen a ese país en orden de importancia, el Reino Unido y Francia, con una exportación de 20 mil horas de televisión anuales cada uno, cifras que se orientan, en el primero de esos casos, hacia los EE.UU., y en el segundo hacia las ex-colonias en Africa. El crecimiento de la capacidad productiva y de exportación del audiovisual norteamericano permite a ese país obtener cifras millonarias por ventas de películas y programas de televisión, particularmente en los mercados de las naciones más desarrolladas. En 1988, el 64% de sus exportaciones de productos televisuales, con un importe cercano a los 900 millones de dólares, se orientó hacia los países de Europa Occidental. Un 24% (320 millones de dólares) lo hizo hacia el Japón y un 3,1% (40 millones de dólares) a América Latina Es importante resaltar, que los porcentajes mayores de infraestructuras comunicacionales y de producción y consumo aparecen en las regiones que representan a su vez los porcentajes menores en cuanto a población.

Así, por ejemplo, el conjunto de los países desarrollados, con menos del 30% de la población mundial, concentran el 87% de las salas cinematográficas y el 54% de las radioemisoras existentes. Los países en desarrollo, con más del 70% de la población, sólo poseen el 13% de las salas y el 46% de las emisoras radiales. De modo que, la pregunta sería:

¿Cuáles son las posibilidades de América Latina y, en particular de Colombia, de hacer parte efectiva de un mercado de bienes y servicios de la industria cultural en la era de la globalización? .

Además de con mayor rapidez, también la industria está creciendo de manera más sólida.

Aunque no tiene tanto peso económico como en los Estados Unidos, la industria audiovisual europea emplea aproximadamente 1,8 millones de personas (COMISlÓN EUROPEA, 1994: 127) y dispone del mercado audiovisual más importante del mundo con 370 millones de consumidores. Por otro lado, las cien primeras grandes empresas audiovisuales en Europa tienen un volumen anual de 7.000 millones de dólares con un crecimiento anual del 15% desde 1995 (OREJA, 1998).

A su vez, este sector en Europa se caracteriza por: una fragmentación en mercados nacionales; por un nivel bajo de circulación y distribución transfronteriza de programas; por un déficit crónico y por la incapacidad para atraer recursos financieros para su recuperación.

Siguiendo los datos más relevantes que ofrece Cohen Jehoram (1989) que ponen de
manifiesto la importancia económica que tienen en diversos países el conjunto de industrias culturales/comunicacionales que utilizan, como parte fundamental de su actividad, el derecho de autor y los derechos conexos, en 1978 el valor añadido de las actividades relacionadas con dichas industrias suponía el 6,6% del Producto Nacional Bruto en Suecia.

En 1977 el valor de esas actividades era del 2,8% en los Estados Unidos de Norteamérica, siendo de destacar que el conjunto de industrias implicadas era por importancia cuantitativa el segundo, detrás solamente de los servicios médicos y de salud, pero por delante de la agricultura, la industria del automóvil y de la maquinaria eléctrica. En otro estudio posterior, el porcentaje del Producto Nacional Bruto era del 4,6% en el año 1982. En ese mismo año 1982, el porcentaje en el PNB de esas mismas industrias era el 2,4%, en los Países Bajos, con una importancia mayor que la industria química, la hotelera o el conjunto del transporte marítimo y acero. Las industrias culturales y comunicaciones audiovisuales significaban el 2,6% del Producto Interior Bruto, en el Reino Unido, con mayor importancia que las industrias del motor y de la alimentación, y dando trabajo a medio millón de trabajadores.

No son, pues, dudoso que en la actualidad los cambios en el Paradigma Tecnoeconómico (PTE) y sus relaciones con las Industrias Culturales/Comunicacionales, fundamentalmente aquellas cuyas actividades dependen de los derechos intelectuales, constituyan los vectores de mayor importancia económica en el ámbito internacional. Todos estos elementos dan idea de la evolución que han seguido las industrias culturales y de la comunicación, pasando de un sector estático y protegido, en algunos países, a otro dinámico, concentrado, transnacionalizado, de alta competitividad y donde se encuentran comprometidos mayores volúmenes de capital. Las industrias culturales, tecnologías de información y comunicaciones unen a su importancia económica un impacto ideológico-cultural incuestionable. El estudio de éstos constituyen un área esencial para la comprensión de los factores de índole económica.

En consecuencia, el propósito de este estudio es contribuir a la comprensión sistemática del complejo poliédrico cultural y comunicacional en Venezuela así como de los agentes que la constituyen, con el fin de evaluar y determinar sus puntos débiles/fuertes así como los riesgos/oportunidades, que sirvan de base para una mayor identificación de las estrategias en cuanto sector económico específico y, así propiciar las condiciones necesarias para crear una posición defendible a largo plazo y estimular su crecimiento en el proceso de recuperación nacional.

"Industrias Secundarias" relacionadas con el Derecho de Autor y que son productoras de bienes de capital "Industrias Auxiliares" que enlazan la actividad del sector creativo y de las industrias primarias con la labor de fijación, reproducción o difusión de los bienes intelectuales "Industrias Primarias" del Derecho de Autor que de acuerdo a cada legislación nacional, tienen la titularidad, de los derechos de explotación sobre la obra.

Sectores Involucrados en el estudio: La Industria Editorial Medios Impresos (Prensa escrita)

Papel

Artes Gráficas

Industria Fonográfica

Industria Publicitaria

Televisión Abierta

Televisión por suscripción

Radiodifusión

Industria Cinematográfica

Industria del video

Internet

Comercio Electrónico

Indicadores Involucrados

Producción

Comercialización

Ventas (facturación)

Inversión

Exportación

Importación

Empleo

Suscriptores

Espectadores

Programación

Audiencia



Derecho de Autor. 1996.

CONFORMACION DEL MERCADO EN AMERICA LATINA

DERECHO DE AUTOR. AÑO 1996

México 19.5%

Venezuela 6.5 %

Colombia 3.1%

Chile 3.9%

Otros 5.9%

Brasil 45.4%

Argentina 13.2%

Panamá + C.A. 2.5%

FUENTE: MPA Worldwide Market Research. 1996.

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